La música académica del siglo XX, como el arte todo de este período, está dentro de un contexto socio-cultural muy heterogéneo y conflictivo. En un siglo donde hay cambios globales frenéticos y enmarcado por dos guerras mundiales, son muchas las variables estéticas que surgen como fruto de esta mentalidad en constante adaptación.
Los avances tecnológicos, por otro lado, influyen directamente sobre la forma de entender el arte y generan, a su vez, formas nuevas de arte.
Los medios masivos de comunicación contribuyen a la difusión en gran escala. Desde que existe la posibilidad de almacenar sonidos, con la invención del fonógrafo a fines del siglo XIX, las formas de componer e interpretar también evolucionan y dan lugar a una gran variedad de tendencias musicales entre las cuales el denominador común es el cambio, desde el más simple al más radical.
A este conjunto de corrientes estéticas se les denomina "modernismo" y son tres aspectos los que abordan principalmente:
Incorporación de sonidos nuevos en la música
A los sonidos de los instrumentos musicales y las voces se agregan sonidos provenientes de otras fuentes sonoras tales como ruidos de la calle, sonidos de máquinas, vehículos, del paisaje, etc. Estos sonidos se graban y editan junto a los instrumentos o voces o bien se elabora toda la obra musical con ellos.
Cambios en la tonalidad
La música tonal, cuyas reglas armónicas se venían desarrollando desde los griegos y fueron perfeccionadas en el barroco, pierde la importancia que hasta el momento tenía para dar lugar a nuevas formas de concebir la consonancia y la disonancia, ampliar la cantidad de sonidos que componen la escala y combinar los sonidos cambiando el orden y el sentido de los acordes.
Técnicas extendidas
Se denomina así a las técnicas vocales e instrumentales donde se exploran nuevas maneras de producir sonidos ya sea colocando la voz de forma diferente para lograr distintos timbres o tocando los instrumentos de manera distinta o con la ayuda de elementos extra para ampliar la capacidad sonora.